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Aragón queda ensin voz: na muerte de Labordeta

Aragón queda ensin voz: na muerte de Labordeta

2010-09-19Labordeta842Visitas

ja-labordetaUna enfermedá fizo lo que los fascistes nunca pudieron: apagar la voz de José Antonio Labordeta. El fue, naquellos años de llucha antifranquista, un de los faros qu’allumaron el nuestru camín. La so voz, recia y fonda, los sos poemes, aquellos artículos que lleíamos na revista «Andalán», la so postura personal, siempre prestosa, siempre consecuente, ficieron remanecer una simpatía en nós nunca aselada. Tovía nes sos caberes intervenciones públiques, representando a la Chunta Aragonesista nel Parlamentu Español, dábanos maxisteriu d’etica y de civilidá, como cuando mandó «a la mierda» a un grupu de políticos del P.P. que se reíen cuando él falaba. Babayos ignorantes. Aporten-y agora, cuando yá nun los necesita, los «parabienes» d’unos y otros, y hasta-y conceden a títulu póstumu la Medalla  d’Aragón, pero siempre fue una persona «incómoda», de les que nun puen comprase, nin siquier con agasayos. Como estos díes fadránse-y munchos homenaxes onde s’asoleyarán detalles de la so vida, voi conformame con trescribir equí un par de poemes, escoyíos de la so antoloxía: «Dulce sabor de días agrestes». Que la tierra-y seya leve, al bon paisanu que fue Labordeta.

PRIMER RECUERDO (de mi padre)

Hoy marzo y siete. ¿Recuerdas? Yo recuerdo.
Soy vivo y te recuerdo. Íntegramente puro,
siempre igual. Diste la mano a quien te dio la mano
y arrancaste el odio a quien te odió de espaldas.

¿Recuerdas? Ya casi primavera, olor a campo
en las viejas ventanas del colegio -alguien dijo
que tu labor no fue importante.

¡Hay cosas, padre, que son mejor
guardarlas en silencio! -Alumnos con charangas
saludaban a tu paso. También tu muerte -fuimos todos
contigo al cementerio- y veían tu pureza total
y sentían tu voz contra sus frentes.

Hoy ya marzo, otra vez, tanto tiempo te has ido
que recuerdo el dolor que te produjo
amar la libertad como la amaste.

(Las sonatas)

25 DE JULIO

Menudas las palabras,
los gestos diminutos,
las cotidianas voces;
He aquí lo que uno recoge
a lo largo del día.
Y mientras tanto,
sobre tu corazón crece la ausencia
de los labios queridos.
¡Qué enorme es el naufragio
tan cotidiano y duro de los hombres!
Sobre la mesa, como siempre,
mudo queda el diario
de un loco abandonado.

(Diario de una náufrago)