Por pura casualidá, enteréme esti día de la esistencia d’un blogue llamau www. cristianismeijusticia.net/bloc/ Dalguién, dende esa páxina, entró a lleer dalguna cosa mía nesti Trabayu de Campu que yá lleva un tiempu furrulando. Asina fui yo a acceder a la suya y ellí atopé, ente otres coses d’interés, una riestra d’artículos del xesuíta Jon Sobrino (que ya mencioné n’algún escritu anterior) que ta viviendo y trabayando n’El Salvador. Como quiera que munches veces critico les posiciones de la Ilesia Católica, o meyor dicho, les de la so xerarquía (Rouco y Cia.), quiero amosar güei la otra cara d’esa mesma ilesia. La de los que trabayen colos probes, la de los que sacrifiquen comodidaes y «puestinos» en llugares de mármole y moqueta, por tar en chaboles o «ranchitos», la de los que caltienen la voz «profética». Asina voi poner un cachín d’una «Carta a Ellacuría» (hipotética, claro, Ignaciu Ellacuría fue asesináu n’aquel país hai más de 20 años) pa que pueda vese la calidá moral y l’exemplu que nos da a toos Jon Sobrino. Los interesaos en lleela entera o otros escritos del xesuíta español, puen entrar nel blogue onde figuren.
Carta de Jon Sobrino a Ignacio Ellacuría
Querido Ellacu: Es una ficción escribirte, pero quizás de este modo nos digamos a nosotros mismos cosas que pueden ser importantes. Y con ello también quisiera ambientar un poco el aniversario de tu martirio. Te voy a hablar de tres cosas de actualidad, tal como las veo, que tienen ver con lo que tú fuiste y dijiste.
1. El “siempre” del pueblo crucificado. Ya no se habla mucho de “pueblos crucificados” como lo hiciste tú y Monseñor Romero, llegando a esa genial formulación, creo que independientemente el un del otro, y guiados del mismo espíritu salvadoreño y cristiano. Y menos aún se insiste en que ese pueblo crucificado es “siempre” el signo de los tiempos, como lo escribiste en el exilio de Madrid. La razón para ese silencio no es que vuelva a estar en voga el pensamiento utópico de Ernst Bloch, filósofo, o de Teilhard de Chardin, teólogo.
Y el mundo no está mejorando, sino que sigue gravemente enfermo, como dijiste en tu último discurso. Lo que ha empeorado es la honradez con lo real, y el “siempre” no es políticamente correcto. Pero no hay que darle vueltas. Siguen existiendo Haití y Somalia, y la nueva epidemia del homicidio, de 12 a 15 asesinatos diarios en el país en los últimos años, la enfermedad más mortífera en nuestro país. “Lo light” ha avanzado mucho en el modo de pensar y “lo políticamente correcto” ha esclavizado el lenguaje: “vulnerabilidad”, “los menos favorecidos”, “países en vías de desarrollo”. Nada suena mal.
Por ello, mencionar el “sierre” parece ser cosa de masoquistas irredentos. Pero no es así. En el país siempre llueve, y este año también. En la naturaleza siempre es lo mismo: torrentes, destrucción y muerte. Pero también siempre son los mismos los que sufren las consecuencias, los que viven en quebradas, en champas y casas pobres. La pregunta de Gustavo Gutiérrez sigue siendo la pregunta fundamental: “¿dónde dormirán los pobres?”. Hay pueblos depredados como el Congo, pueblos ignorados como Haití, pueblos inundados, como los nuestros… Siguen siendo el pueblo crucificado.
¿Y los ricos y poderosos? Siempre sufren algunos daños, pero casi siempre los superan sin mucho costo. Y nada digamos de las crisis financieras: se invierten miles de millones de dólares o euros para que no se hunda el sistema. El pueblo crucificado no da la vida por supuesto, pero los pueblos ricos sí, y además tienen la profunda convicción de ser los elegidos: dan por supuesto la vida, y están convencidos de que el buen vivir les es debido. Elevan la realidad a escándalo metafísico si a ellos les ocurre algo grave. Pero si cosas mucho más graves ocurren en África o en el Bajo Lempa, no hay escándalo. Pertenece al existencial histórico de haber nacido pobres.
Pero quiero añadir, Ellacu, que hay también otro “siempre”. Hay mucha gente honrada que trabaja para que “el pueblo inundado” -hablamos de El Salvador- no acabe muriendo como “pueblo desplazado” o como “pueblo ahogado”. La entrega y la bondad también tienen su “siempre”.
Y a veces surge un Dean Brackley que, cuando le dicen que muchos rezan por él, contesta con toda sencillez: “Recen por los que tienen cáncer y no pueden tener la atención médica que yo tengo. Y recen por los que estos días se han quedado sin casa y sin comida”. (Sigue…)