Esto va paeciéndose, cada vuelta más, a una censura dafechu. Nun sé si ye pol tema, pola forma de tratalu o pola persona que lu firma (o seya, yo) pero yá son varies les veces que me pasa. Nesta ocasión yera la contestación a un escritu que me paeció ente faltosu y sinsustancia, publicáu el 27 de mayu. Pol conteníu de la rempuesta podréis davos cuenta de lo que trataba. Siento qu’un periódicu qu’almite un artículu, llamémoslu polémicu, nun dea llugar a otru que lu refuga. Si eso ye periodismu ye que la cosa cambió muncho. En fin.
AMORES QUE MATAN
«Se publicó en el dominical del diario El Comercio un simpático artículo firmado por un señor llamado Mark Guscin, que como él mismo dice no es español, pero es «casi asturiano» porque lleva viviendo cinco años entre nosotros. En este tiempo nos tomó tanto cariño a los asturianos y a nuestra lengua que, velando por ella, no quiere que se oficialice. Vamos, ni que se oficialice, ni que se normalice, ni que ninguna “entidad trasnochada y mustia” la toque. Así es la rosa. Todo lo que se haga es para quitarle “la chispa”. Hombre, extraña un poco que él escriba en un correctísimo castellano cumpliendo al pie de la letra lo ordenado por la RAE. Es decir, con sus “b” y sus “v” en los sitios correctos (nada de “baliosa”, en vez de valiosa, ni “avlemos”, en lugar de hablemos) Sin vulgarismos, como podría ser “adotar”, en vez de adoptar. En fin, un castellano de los que se aprende en las escuelas. ¿Por cierto, por qué dar clases de Lengua Española desde pequeñinos si no hay que seguir normas, o sea, normalizar? Porque supongo que lo que vale para el asturiano valdrá igual para cualquier otra lengua. Por eso ¡cuánto tiempo y dinero perdidos aprendiendo unas normas que no valen para nada! Cada uno que se exprese como quiera, espontáneamente.
Pero quizás la parte más simpática de la carta es la que se refiere al que supongo su país de origen: Inglaterra. Aquello es jauja. No hay normas, ni autoridad ninguna que oprima al idioma. Cada uno se expresa como quiere. Los del norte no se entienden con los del sur, a los de Newcastle “tenemos problemas para comprender lo que dicen” y los de Glasgow… Bueno, a los de Glasgow “no hay dios que los entienda”. Me encanta. Es la anarquía llevada al terreno lingüístico o una película de los hermanos Marx.
Es una pena que este artículo tan simpático no les haga gracia a las escuelas de idiomas de todo el mundo. Tanto esfuerzo para nuestros hijos en aprender el inglés, con sus verbos regulares e irregulares, con sus íes latinas o griegas, con sus sonidos palatales, cuando resulta que cada uno allí se expresa como quiere. En fin. Por lo que a mí respecta, sólo me preocupa que cuando vaya a comprar una novela inglesa me la den del inglés de Glasgow. A ver si no me voy a enterar de nada.»
(Semeya sacada de «periodismohumano.com»)